Bienvenidos a la exposición Una Luz en el Portal que, para estas Navidades, ha organizado la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno con la colaboración de la Colección Basanta-Martin y la participación especial del escultor José Luis Mayo Lebrija y su Taller de Arte.
Permítanme que me presente: mi nombre es Antonio Basanta y soy, junto a mi esposa, el impulsor y propietario de la Colección de belenes de la que proceden los más de 50 grupos que, con especial cariño, hemos seleccionado para esta muestra. En diez de dichos grupos, a través de Qres visuales y sonoros, tendré el placer de acompañarles, compartiendo con ustedes cuestiones y detalles que estimo pueden ser de su interés.
El recorrido de la exposición se inicia en el continente africano para, a continuación adentrarse en Asia, Oceanía, Europa y América. Todo un viaje a través del belenismo universal, que ojalá les permita profundizar en el conocimiento de esta expresión artística y religiosa que, precisamente en el año 2023, celebra una efeméride excepcional.
Y es que, hace exactamente ocho siglos, en 1223 y en una cueva del pueblecito italiano de Greccio, san Francisco de Asís dispuso el primer belén de la Historia, dando así paso a lo que, de forma imparable y hasta la actualidad, sigue extendiéndose por la totalidad del planeta.
Como en aquella noche mágica, hoy nos reunimos en torno al belén. Ante el homenaje al mayor acto de Amor que jamás ha vivido la Humanidad. Para volver a sentir en nuestro interior la dulce caricia de la ternura. Para dejar que nuestro corazón palpite al compás de la espiritualidad y la belleza. De la emoción y el asombro. Para descubrir, en fin, el sentido que a tantos atrajo en aquella Noche Santa cuando vieron Una Luz en el Portal.
El belén es, en sí mismo, una narración. La del Nacimiento e infancia de Jesús, y la de los hechos al él asociados, a través de figuras y elementos escénicos. Todo él quiere recoger al sentido y la secuencia de un relato que merece ser leído y contado.
Así también lo interpreta el artesano de este conjunto. Porque, a la hora de imaginar las figuras del Misterio, y más en concreto las de la Virgen María y san José, las concibe como auténticos Djelis, palabra que en Malí se utiliza para identificar a aquellos cuya función es recorrer pueblos y ciudades, contando las más fascinantes historias. Y, más aún, a los que cantan alabanzas. Todos los Djelis, hombres o mujeres, visten de una forma establecida, la misma que aquí podemos observar en las figuras de José y de María, incluido el singular peinado de esta.
No tratemos de encontrar en este grupo la presencia de la mula y del buey. Porque los animales que acompañan a la Sagrada Familia son dos antílopes, en Malí los símbolos por antonomasia de la felicidad y la prosperidad.
Finalmente reseñar que la mínima esfera que el Niño porta en su mano representa al mundo, Cuando nosotros le preguntamos al artesano el porqué de aquel tamaño nos regaló una respuesta definitiva: “- Porque , en comparación a lo que significan Jesús y su mensaje, hasta el mundo se vuelve pequeño.”
El Belén del carpintero y los baobabs, primorosamente tallado en madera de ébano, incorpora la presencia singular de los dos árboles baobabs que, a izquierda y derecha, flanquean el grupo.
Nada es casual en los belenes. Tampoco aquí. En lugares donde alimentarse es casi una proeza y donde el agua frecuentemente escasea, los baobabs proporcionan el tesoro de sus frutos. Y, en épocas de largas sequías, se vuelven verdaderos aljibes, pues cada uno de ellos puede conservar en el interior de sus troncos huecos y porosos, hasta 150.000 litros de agua. Ello los convierte en verdaderos árboles de vida. De ahí su carácter sagrado, lo que también explica su presencia en este belén.
Dos detalles de este magnífico conjunto merecen no pasar desapercibidos: de un lado, el humilde recinto en el que se ubican las figuras del Misterio: no es un portal como tal, sino un sencillo corralito, abierto en su parte delantera, para permitir que cualquiera que lo desee acceda a él. Como al mensaje salvador de Jesús.
E igualmente curioso es el modo en que el artesano ha querido certificar el oficio de san José. Si deseamos descubrirlo, no tenemos más que observar lo que pende de una de sus manos. Y es que, para cualquier artesano de la madera, no deja de ser un honor poder proclamar que su oficio es el mismo que el del santo patriarca.
El belén de la sabana nos demuestra que, para crear un belén, no es necesario dotarse de materiales nobles o lujosos. Bastan la emoción del artesano, junto a su pericia, para, a partir de cualquier material, ser capaz de producir obras llenas de encanto y de candorosa ingenuidad, como esta que aquí contemplamos.
Usando envases de bebidas refrescantes, con la simple ayuda de alicates y tijeras, el creador de este belén ha conseguido componer un conjunto de lo más singular y sugerente que, a buen seguro, será especialmente celebrado por nuestros más jóvenes visitantes.
Puede sorprender que en este belén, más allá de las propias de la Sagrada Familia, no haya ninguna otra persona en torno al Nacimiento de Jesús. En efecto, aquí, quienes de manera privilegiada acompañan la escena son muchos de los animales que viven en las sabanas de Zimbawe, país del que procede el conjunto, con el león y el elefante en posición destacada, principal, a los que secundan un búfalo, una jirafa, un rinoceronte y hasta un cocodrilo.
Y es que, no lo olvidemos, también dos animales fueron los primeros en conocer y participar del feliz acontecimiento del Nacimiento: una humilde mula y un hacendoso buey.
Cada vez que nos acercamos a la realidad de una nación como China, nos vemos obligados a operar con magnitudes incomparables. Y así, si bien el cristianismo es una religión minoritaria en el territorio, apenas la practica un 0´8% de su población, lo cierto es que, en la actualidad, la comunidad cristiana y católica china supera ampliamente los 100 millones de personas, lo que, a pesar de las periódicas persecuciones que siguen padeciendo, explica la presencia del belén en dicho territorio.
El autor de este magnífico relieve es el maestro Zan Yan Len. Su taller se ubica en la ciudad de Dongyang, término que no solo sirve para denominar el mencionado lugar, sino que también define una forma concreta de artesanía en madera que, desde, el siglo VII, allí se ha mantenido, generación tras generación. Se caracteriza por un tallado delicado, una minuciosa precisión en los detalles y un equilibrio perfecto en cada una de sus composiciones.
Todo ello podemos admirarlo en este Mural del Nacimiento , elaborado en madera de alcanforero, en el que se recogen tres episodios principales: el Nacimiento de Jesús, la Adoración de los pastores y la venida de los Reyes Magos, a cuyo paso, mágicamente, van floreciendo todos los árboles, simbolizando así el renacer de la Vida espiritual que la llegada del pequeño Jesús significa.
La palabra Kokeshi es empleada en Japón para referirse a un tipo característico de figuras de madera, decoradas y lacadas, que suelen ofrecerse como señal de amor y de amistad. Y, en el caso de los recién nacidos, como amuletos de buena suerte y de salud. De ahí que sean las más propicias para componer un belén.
El que mostramos en esta exposición lo adquirimos en el año 1990, en la ciudad de Osaka. Y de él nos gustaría destacar algunas características que lo hacen realmente único.
En primer lugar, la insólita presencia de los cuatro abuelos de Jesús, figuras que, coloreadas en tonalidades de verde y rojo, han de colocarse lo más próximas posible al grupo del Misterio, como reconocimiento del respeto y la consideración que las culturas orientales sienten por la ancianidad, su experiencia y su sabiduría.
También es inusual hallar en un belén la presencia de una pareja de recién casados, como aquí ocurre. La esposa es la figura femenina que luce un delicado tocado sobre su cabeza y viste un traje estampado de flores, típico de las bodas. Y el marido, quien se sitúa a su lado, con una elegante vestimenta negra, blanca y rayada. Y es que, si un belén es el homenaje al Amor con mayúsculas, ¿por qué no dar cabida también en él al amor humano?
Finalmente, detengámonos en una última singularidad. Todas las figuras de este belén ofrecen en sus rostros una actitud serena, respetuosa, amable e incluso sonriente. Tan solo una muestra un rictus de enorme contrariedad: no es otro que el samurai que, colocado al fondo de la composición y exhibiendo su armadura de guerrero, mira con gesto de profundo enfado lo que está sucediendo. Tal vez porque el nacimiento de ese Niño, con su mensaje universal de Amor, se opone a cualquier forma de violencia.
No es fácil encontrar belenes en Alaska. Pero nosotros tuvimos la inmensa fortuna de conocer la obra belenística de uno de los mejores escultores de aquel país: Cristopher Alan Jonhson, con quien, andando el tiempo y hasta su fallecimiento en el año 2013, mantuvimos una estrecha relación de amistad.
Gracias a ello, pudimos incorporar a nuestra Colección este maravilloso belén, en el que la cultura esquimal o inuit se proyecta de forma bellísima y por completo. He ahí, la figura del arponero, que observa complacido la escena del Nacimiento; la pareja de niños que, imitando a los adultos, aprenden una de las danzas típicas ; el cuentacuentos -otra vez el belén como trasunto de la narración- y su formidable gorro en forma de ballena; o ese niño que, como los pastores de nuestros nacimientos, lleva ante el pequeño Jesús su ofrenda, que no es el tradicional cordero, sino el mejor de los salmones que ha podido pescar.
San José, como buen carpintero, se afana en terminar su pipa. María ofrece el calor de su regazo al Niño. El danzante del baile del pájaro nos muestra su singular disfraz. Y muchos son los pequeños que miran o se divierten alrededor de la Sagrada Familia, ocupando un lugar destacadísimo, lo que no es mera casualidad, sino evocación de uno de los futuros mensajes de Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí”: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios.”
Leandro Espinosa Gutiérrez es, sin duda, uno de los mejores talladores mejicanos.
La pieza que aquí presentamos, su Nacimiento en tronco calado, es una portentosa filigrana en madera. Aún recordamos la emoción que sentimos al poder adquirirla en el propio taller del artesano, con la madera de cedro blanco todavía destilando su peculiar fragancia aromática.
De estructura circular, la pieza recoge la riqueza y diversidad de la fauna y flora locales, siendo su escena principal la del grupo de la Natividad, igualmente rodeada de elementos vegetales y de animales.
Esta obra suma además la evocación de una antigua costumbre española, aún presente en la tradición mejicana.
En España, los belenes se completaban en la noche del 24 de diciembre. Al retornar de la Misa del Gallo o en el preciso momento en que sonaban las doce, muchas de las madres españolas colocaban la figura del Niño Jesús en el lugar dispuesto para ello. Y era precisamente entonces cuando los niños españoles se convertían en protagonistas de un gesto conmovedor, al situar un caracol o una tortuga al pie del Misterio, pues, sin su ayuda, dichas criaturas nunca podrían llegar a tiempo de contemplar las maravillas del Portal. Si observamos con atención la parte inferior de esta pieza, allí encontraremos el eco de semejante tradición.
En Perú, uno de los más populares arquetipos belenistas es el de los llamados cajones de San Marcos, también conocidos como Belenes de armario o Belenes de retablo, categoría a la que pertenece esta magnífica pieza, obra de Maximiano Ochante.
Alojada en un mueble que, en el caso de formar parte de la decoración de la casa, ha de mostrarse cerrado durante todo el año, el Retablo se abría el día de Nochebuena, para ofrecer desde ese momento, y hasta el 2 de febrero, todo cuanto acoge.
Como ya ocurriera en el Nacimiento en tronco calado, en esta pieza hallamos también la huella de España, a través de una vieja leyenda que en Perú no solo ha conservado su historia, sino que se ha engrandecido, dando lugar a un baile que únicamente se ejecuta en la Misa del Gallo de cada año: la Danza del Ángel de las tijeras.
Cuenta la leyenda que, cuando llegó al Portal de Belén el primero de los ángeles, encontró al Niño Jesús desnudo, tiritando de frío. Conmovido y apenado, el ángel trató de hallar remedio a tal situación. Y buscando entre los muchos aperos que había en la cueva, halló una vieja tijera de esquilar con la que, de inmediato, cortó las crines de la mula y los pelos del rabo del buey. Después, con lo obtenido tejió una tela que entregó a María para que ella abrigara y fajara al Niño, tal y como podemos ver en este hermosísimo belén retablo.
El Belén de la manzana, el profeta y el diablo, del tallador polaco Marian Ulc, muestra la fusión entre la característica secuencia narrativa de los antiguos belenes, y el modo más artístico y contemporáneo de expresar semejante legado.
No debemos olvidar que los belenes, más allá de lo ornamental o lo festivo, tenían una función catequética y doctrinal, por lo que era frecuente mostrar en ellos personajes o sucedidos anteriores a la venida de Jesús, justificativos además de su labor redentora del pecado.
De ahí que en este conjunto encontremos las figuras de Adán y Eva, alojados dentro de una rubicunda manzana, en la que no faltan ni la serpiente, inductora del pecado original, ni el Arcángel San Miguel, jefe de los ejércitos celestiales, y encargado de conducir a nuestros Primeros Padres fuera del Paraíso.
En representación de cuantos profetas habían anunciado la venida de Jesús, se nos muestra en el belén la figura de Jonás, engullido por una inefable ballena, sobre la que se posa una abubilla, en el folklore polaco, símbolo permanente de la esperanza.
Por último, señalar que, en los belenes antiguos, era muy común la inclusión de la figura del demonio, que aquí hace sonar su llamada seductora- ésa es la razón del instrumento que porta-, mientras se nos presenta como un atildado y elegante caballero, aunque incapaz de ocultar su diabólica condición. Lo delatan los cuernos que exhibe en su cabeza, el utensilio que lleva en una de las manos, así como lo que, casi oculto, puede observarse en uno de sus pies.
En Francia, la Provenza es la región belenística por antonomasia. Actualmente existen en ella más de doscientos talleres que elaboran sus famosos santons, nombre con el que se conocen las pequeñas figuritas de barro empleadas en la composición de los belenes.
El belén que aquí presentamos, obra del taller Escoffier, nos lleva imaginativamente al corazón de cualquiera de los bellísimos pueblos provenzales, a su vida doméstica y cotidiana. Del Ayuntamiento a la floristería, de la panadería a la tienda de flores, de la pescadería a la frutería, desplegando ante nosotros un sinfín de motivos que el visitante ha de tratar de descubrir y disfrutar. También se dan cita en este belén las faenas agrícolas, como la de la recogida de aceitunas o la molienda; festivas, he ahí el baile de la zarabanda que, al son de tamboriles y zanfoña, ejecutan mujeres y hombres; o puramente lúdicas, como el juego de petanca en el que se afana un grupo de lugareños.
Además podemos disfrutar en él de varias de las figuras que nunca pueden faltar en ningún belén provenzal que se precie: el paisano cuya capa y sombrero agita airadamente el viento, al que se conoce como Mistral; la pareja de ancianos que, sentados en un banco, disfrutan del sol de la mañana ; el Bartomeu, que así es como se llama la figura que porta o vende viandas; el bandido, representante del Mal, cuchillo en ristre; o, en delicioso anacronismo, el cartero o el alcalde, a quien no falta su fajín con los colores de la bandera francesa.
Todo un mundo, urbano y campesino, para celebrar la llegada de quien, ya para siempre, marcará el Camino, la Verdad y la Vida.
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